A muchos no les gustara o les parecerá un payaso, pero a mí
me encantan las películas de Jim Carrey. Sus expresiones y gestos hacen toda la
película, ya le vi incluso en dramas y suspenso
e igual se le nota lo histriónico, eso hace que de más miedo también
(los que hayan visto “Número 23” saben de lo que hablo).
Pero a la que me quiero referir ahora es a “Todopoderoso”.
Yo la vi en el cine y no me arrepiento, fue una muy buena decisión. Trata de la
vida de un periodista de la sección “curiosidades”, Bruce Nolan (Jim Carrey,
obviamente), que no ve la hora en que llegue su ascenso para ser locutor y dar
las noticias “reales”. Vive con su novia de hace 5 años, Grace (Jennifer
Aniston). Tiene un perrito llamado Sam, al que le cuesta aprender a no hacer
pis en el sofá. Es una vida bastante buena, pero Bruce no siente que el mundo
sea justo con él, tiene la idea de que Dios está muy ocupado con otras personas
y no se preocupa por él.
Entonces, en lo que él considera el peor momento de su vida, ocurre
algo inesperado: recibe una llamada del mismo Dios para encontrarse y tener una
conversación. Al principio Bruce cree que es una broma (quién no), pero cuando
Dios le transfiere todos sus poderes, ya que según Bruce él se encargaría mejor
del mundo, empieza a arreglar lo que según el estaba mal en su vida.
Lo que más me llamó la atención fue cuando Bruce empieza a
escuchar las oraciones de todas las personas, que casi lo vuelven loco.
Oraciones de niños antes de ir a dormir, oraciones de fanáticos para que gane
su equipo, y más de mil personas pidiendo ganar la lotería.
Al final, cuando Bruce se da cuenta que eso de ser Dios no
es tan fácil, le pregunta qué es lo que quiere que haga y él le dice “Ora”.
Y Bruce ora:
“Querido Dios te pido que des alimento al que no tiene y traigas la paz mundial a todas las personas. Amén. Cómo estuve?
Y Dios le contesta:
“Bien.. si quieres ser Miss Universo. ¿Qué es lo que realmente te importa?”
Cuantas veces oramos así. Las famosas “oraciones para cada
momento”. Estamos de exámenes, oramos para pasar. Estamos enfermos, oramos para
sanarnos. Antes de comer, oramos según el grado de hambre que tengamos (a más
hambre, menor duración de la oración). Pero sin pensar realmente en lo que
decimos. Claro que pueden ser sinceras, pero usamos las palabras que
consideramos “adecuadas” para cada situación. Cuando lo que a Dios le interesa
es nuestro corazón, que digamos lo que queramos mientras sea lo que realmente
salga de nosotros.
Solía pensar que había ciertas cosas por las que no podía
orar, porque no eran “espirituales” y a Dios no se le podía molestar por eso.
Aprendí que no hay mayor mentira que esa, todo en el mundo tiene un trasfondo
espiritual y si es algo que me afecta e importa, a Dios le importa. Porque yo
le importo.
Podes orarle a Dios preguntándole qué ropa ponerte, podes
orarle para pedirle que te ayude a comprar el celular que más te convenga,
podes orarle para pedirle que te ayude a levantarte (funciona, créanme). En
fin, sonará superficial y que le quiero usar a Dios para mis cosas. Pero sucede
lo contrario. Cuando le metemos a Dios, Él se mete y empieza a ordenar todo.
Cuando estés consciente de Dios a cada paso y le empieces a
entregar todas tus cosas, Él va a usar esas cosas para Su gloria. Y siempre que
Dios usa algo es para bendición.
Hace la prueba. Habla con Dios con tus palabras, en donde
estés. Empezá a contarle lo que queres hacer y vamos a ver si no te responde
algo.
Eso fue lo que cambió mi vida.
“Oren en todo momento”. 2 Tesalonicenses 5:17
Orar siempre, por todo, sin miedo y con tus palabras |