Una película que más
que gustarme, le tengo cariño es Amazing
Grace. No solo por contar parte de la historia de la mejor canción jamás
escrita (sí, le supera a Imagine), sino que me hizo llorar, reír, compadecerme,
indignarme, y por sobre todo me confrontó. Y no podía ser que no comparta lo
que aprendí.
Está basada en la
vida de William Wilberforce, un parlamentario de Inglaterra del siglo XVIII que
había encontrado a Dios y estaba considerando dejar la política para hacerse
predicador. Pero su amigo, William Pitt, quien iba a ser Primer Ministro y
quería que Wilberforce le acompañe en la bancada, le presenta una causa por la
cual luchar: la abolición de los esclavos. En la película muestra todo, los
barcos en donde se les acarreaba, las cadenas, las marcas que les ponían, como
morían en los campos de azúcar. No ves igual el tema de la esclavitud después
de eso.
Pero los demás parlamentarios no estaban de acuerdo; los
esclavos representaban su fortuna, hacían el trabajo necesario para que ellos
puedan mantener su estilo de vida. Aunque mucha gente apoyaba la causa, los que
realmente tenían el poder de decisión seguían indiferentes al asunto, incluso
se burlaban y sobornaban a los “abolicionistas” para que voten en contra de su
propuesta. Wilberforce se enfermó, perdió la voz, se deprimió, entregó su
juventud y casi toda su vida por su causa.
Pero cuando por fin se acepta y es abolida (obviamente no
les arruino la película porque ya se habrán dado cuenta que la esclavitud está
prohibida) uno de los que era anti partidario de Wilberforce se levanta y dice:
“Cuando las personas hablan de un gran hombre, piensan en hombres como Napoleón, hombres de violencia. Raramente piensan en hombres de paz. Pero es contraria la percepción que producen cuando regresan a su hogar de las batallas. Napoleón hubiese regresado con la fuerza y energía de siempre. Es un hombre que ha logrado hacer a su ambición, realidad. Igualmente su sueño será perseguido por la sombra de la guerra.
William Wilberforce, sin embargo, regresará a su familia, apoyará la cabeza en la almohada, y recordará que la esclavitud no existe más.”
No sé si esto habrá sido realmente así o le pusieron nomas
en la película para hacerme llorar, pero sea como sea, así se le recuerda a
este gran hombre. Él peleó contra el sistema imperante de esa época y aunque le
costó todo e incluso trató de dejarlo, cumplió con su propósito.
Nadie piensa mucho en el final de su vida, pero si paras un
ratito y pensas ahora qué van a decir o cómo se te va a recordar, tal vez lo
primero que se te venga a la cabeza no sea realmente un tema para una película.
Tal vez no todos nosotros logremos algo como erradicar la
pobreza, o que ya no hayan niños en la calle. Pero todos abrazamos alguna
causa, todos queremos lograr algo en la vida y eso, al fin y al cabo,
constituye nuestro legado. Incluso si no tenes idea de qué hacer en la vida.
Las opciones que elegís en la vida demuestran tus
prioridades, revela lo que realmente es importante para vos y eso es lo que la
gente ve y como te cataloga. Conozco personas que no pierden una oportunidad
para tratar de interesar a los demás de su causa, ya sea contra el aborto,
derechos de los animales o simplemente no tirar basura en las calles.
William Wilberforce no hizo todo solo, su familia seguro no
se imaginaba en lo que se iba a convertir. Pero Dios sabe cuál es tu papel en
la historia y hasta donde van a llegar tus repercusiones. Se consciente que tus
actos de hoy forman tu mañana y que en algún momento vas a ser el antepasado de
algún hijo, nieto o bisnieto que sepa tu nombre y lo que hiciste.
Que al final cuando recuestes tu cabeza en la almohada
puedas recordar que lograste lo que te propusiste, que te pudo haber costado
todo pero que valió la pena. Que te despidan con admiración y allá te reciban
con aplausos.
No pierdas tu tiempo pensando que sos muy joven todavía para
preocuparte por las cosas “serias” de la vida. Ahora ya es tu vida y estas
construyendo una herencia. O que ya es tarde y te equivocaste o no era lo que
en realidad querías. Nunca es tarde para volver a un sueño, ni mucho menos para
hacer las cosas bien.
Si no tenes un motivo o algún propósito que direccione tu
vida, que sea el de acabar bien, convencido de haber dado lo mejor.Hacé que valga la pena conocerte.
“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe.” 2 Timoteo 4:7