En algún momento todos necesitamos palabras de ánimo. Esa
motivación que nos haga animarnos a dar ese paso decisivo, de salir de nuestra
zona de comodidad y arriesgarnos a hacer algo grande para conseguir algo mayor.
En esos momentos nada mejor que escuchar uno de esos discursos que hacen que tu
corazón se acelere mientras se te va erizando la piel, que logran que de tu
boca salga un grito de guerra en donde antes solo había vacilación, que hacen
que tus pies se apresten para un batalla cuando solo querían salir corriendo.
Ese momento en que te das cuenta que te convertiste en un guerrero, que sabes
que no vas a parar hasta conseguir lo que te propusiste. En un click la vida
nunca más volvió a ser la misma.
Es notable como las palabras pueden lograr tan grande cambio,
pero no solo las palabras, la actitud del que te las diga también se transmite
obviamente. No es lo mismo cuando alguien te dice “dale! Animate, salí!” y está
escondido detrás de vos, que el que te dice lo mismo pero está en frente,
dispuesto a recibir golpes pero decidido a dar unos cuantos también.
La revista Selecciones publicó una vez una recopilación de
los 5 mejores discursos de todos los tiempos. Bueno, la verdad que no me
acuerdo si se llamaba así luego, y tampoco recuerdo en qué año y mes publicó
por eso no pongo tal cual, pero el tema es que eran unos cuantos discursos (ok,
tampoco me acuerdo cuántos exactamente eran) que se volvieron ya clásicos por
así decir, e incluso hasta ahora se suelen citar fragmentos.
El que sí recuerdo era el de Winston Churchill, titulado: “Sangre, sudor y lágrimas; “No tengo
nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor (..)Me preguntáis;
¿Cuál es nuestra aspiración? Puedo responder con una palabra: Victoria,
victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y
duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia» (esta
partecita googleé).
En las películas de guerra siempre hay un momento, antes de
alguna batalla decisiva, en que el protagonista da unas palabras, que siempre
hacen que se me nublen los ojos, sienta el nudo en la garganta y la cara se me
ponga roja mientras trato de que las lágrimas no me descubran. La frase de
Máximo, en Gladiador “Lo que hagan en la
tierra, tiene su eco en la eternidad”, o el de William Wallace, en Corazón
Valiente, que les dejo al final para que vean si no se acuerdan. Cuando dice: “Pueden tomar nuestra vida pero nunca nuestra
libertad!”, para mí que medio le copiaron al Mariscal López con su grito de
“muero con mi patria”.
Creo que para que simples palabras tengan esa fuerza y
consigan que las personas reaccionen no se da tanto por el tono de voz, sino por
la certeza absoluta de que es la verdad, tanto que hace que el otro se contagie
de la misma pasión, que direccione su accionar y hasta sus pensamientos.
Nunca falta tampoco (en la ficción y la vida real), el
cobarde que prefiere vender su bando por asegurar su vida o su comodidad. O
simplemente está ahí, tirando su veneno en forma de “es muy difícil”, “no vale
la pena”, “mejor que no nos metamos en eso”. Para esos, Deuteronomio 20:8 dice “Entonces los oficiales
hablarán otra vez al pueblo, y dirán: ``¿Quién es hombre medroso y de corazón
apocado? Que salga y regrese a su casa para que no haga desfallecer el corazón
de sus hermanos como desfallece
el corazón suyo.” O sea, si tenes miedo retírate bien nomás y no contagies
tu mala onda al resto que sí quiere intentar.
Les dejo con este video, busqué
muchísimo una versión subtitulada o al menos español latino y esta fue la mejor
que pude encontrar. Mejor que aprovechen y vean la película así aprecian bien todo. De igual manera, espero disfruten tanto como yo.