Se me vino de repente. Me suelen pedir que les recomiende películas
de mi “Lista de películas que Debes Ver” y ahí surgió esta: “El Conde de
Montecristo” basado en el libro de Alejandro Dumas (que todavía no leí pero en
la primera oportunidad en serio). Es una excelente película en todos los
sentidos, tiene un poco de todos los géneros, te hace reír, llorar un poco, es
entretenida, suspenso, intriga, completita completita.
Les voy a contar rápido una partecita nada más: al joven
Edmond Dantes lo envían, siendo inocente, a la peor prisión existente en ese
tiempo , sin avisar a la familia ni nada. Ahí los golpeaban, no les daban
suficiente alimento y estaban cada uno en su celda, sin ningún contacto humano.
Luego de años otro preso que había sido estaba cavando un túnel, aparece en su
celda creyendo que ya era fuera de la prisión (equivoco un poco el rumbo), y se
hacen amigos. El reo era un párroco viejito que le enseña a leer, escribir y
pelear con espada. Juntos se ponen a cavar otro túnel pero una parte se
derrumba sobre el viejito y muere.
Justo cuando logra quitarle del túnel y le sube a la celda,
llegan los guardias a ponerle la comida, los presos debían acercar sus platos a
un agujero en la puerta para que le pongan una cucharada de algo. Cuando
golpean la puerta el viejito obviamente no responde. Cuando los guardias abren
la celda y ven que está muerto uno de ellos dice:
“En 13 años nunca olvidó decir gracias”
Me llegó al fondo del alma, como cuando se toca un tema y
alguien te codea diciéndote “eso es para vos”. Tienen que ver la película para darse
cuenta de la situación en que estaban, las precariedades, maltratos y
humillaciones que sufrían. Y el abuelito igual siempre agradeció que le traigan
la comida. Los guardias no le respondían o se burlaban. Pero cuando murió
recordaron una palabra que en sus labios nunca faltó: “GRACIAS”.
Es normal que digamos “gracias” cuando alguien nos hace un
favor o tiene una atención con nosotros. Por lo menos por educación al menos
decimos. A veces.
A veces se nos pasa. Otras tomamos como que no es necesario,
no se si porque consideramos una obligación de la otra persona, o su trabajo,
pero por la razón que sea no decimos la palabrita mágica que nos enseñan de
chicos.
Pero cuando nos tratan mal a nadie se le ocurriría
agradecer. ¿Qué se supone que se debe agradecer? Que agradezcan que no
reaccionamos algunas veces. Pero la Biblia, con su lógica opuesta a la
naturaleza nuestra, nos dice:
“Den gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús.” 1 Tesalonicenses 5:18
¿Se fijaron? Dice “en todo”. O sea
siempre, sin importar la situación, sin importar el lugar, sin importar las
circunstancias, las personas o lo que sea que te pase. Da gracias.
Cuando damos gracias algo en nuestro
interior cambia. El corazón empieza a llenarse del gozo que se supone debemos
estar siempre llenos y mientras mas agradezcamos más gozo vamos a tener,
incluso en esas circunstancias que reúnen todos los requisitos para quejarse y
amargarse. Ahí cuando todo el mundo compite por ver quien encuentra más motivos
para quejarse y gritar, nosotros debemos ser los que marquemos la tendencia de
buscar al menos una cosa por la cual agradecer.
Hay muchas veces en que me pasa con Dios. Me despierto,
desayuno, salgo de mi casa y todavía ni le saludé ni mucho menos le agradecí
que me haya despertado sana, sin que nada me falte y con cosas que me sobran.
Vivimos la vida hastiados de todo porque vemos todo como normal y que “no pasa
nada interesante” cuando cada segundo es un regalo, es algo por lo cual de
verdad deberíamos estar muy agradecidos. Y si nos llega a pasar algo malo o que
no queríamos reclamamos y por poco no esperamos que Dios se disculpe. Urge un
cambio de actitud. Un cambio de mente y de corazón.
Si te parece exagerado anda a un hospital público un día,
fijate en las esquinas de las calles, paseate por una plaza en el centro. A ver
si no encontras alguna razón para levantar la mirada al cielo y decirle a Dios “Gracias”.
Gracias por todo.
“Bendeciré al Señor en todo tiempo; continuamente estará su alabanza en mi boca.” Salmos 34:1
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